He visto a una chica de gen Z besar a un gato con entusiasmo, y luego acariciarlo, murmurando palabras dulces que seguro su novio nunca escuchara. O un niño rebelde, dispuesto a dejar el juego estresante para correr al campo y lanzarle una pelota a un golden retriever que le esta dando vueltas con alegria. ¡Eso es amor!
Este amor no requiere citas romanticas a la luz de las velas, regalos caros o promesas de cincuenta años. Todo lo que necesita es un suave roce, una comida a tiempo, un lugar para descansar y, de vez en cuando, un poco de paciencia cuando su gato domestico decide convertir sus zapatos nuevos en juguetes de prueba de alta calidad.
El restaurante de al lado tiene una chica que cuida dos gatos, uno gordo, otro flaco. Un niño siempre se despierta por su comida, por su autoridad, y su amo vuelve a envolverlo. La otra estaba mas equivocada, pero era una guardia fiel, y al abrir los ojos vio al gato en su ropaje y se levanto como un gato que le seguia, incluso en el baño y fuera de la sala de espera.
Lo que mas le gustaba era ver a los dos gatos enrollados en su lecho de sueño, o levantarlo, frotar sus mejillas en su suave pelaje y escuchar sus pequeños gemidos.
Tener mascotas siempre es un placer y un aliento para el dueño. No hablan como los humanos, pero entendemos sus ojos, sus gestos. No requieren mucho, solo un poco de cariño y atencion.
Y en cambio, nos dan algo que es puro y preciado. Nos enseña sobre responsabilidad, sobre paciencia y, sobre todo, sobre el amor desinteresado. Muchos jovenes bromeaban, se consideraban a si mismos como los "servidores" de los animales domesticos llamados "jefes" y se enorgullecian de ello.
Porque este es el amor verdadero, sin drama, sin hornos, solo sonrisas, barbillas, peinados llenos de amor y, por supuesto, con las bromas de los jefes.